El documental realizado por el director de cine Pavel Giraud acerca del mea culpa del poeta Herberto Padilla está basado en la milagrosa/misteriosa aparición de las filmaciones realizadas por el DSE a la “célebre” confesión de culpabilidad del destacado poeta, después que la publicación de su poemario Fuera del Juego no fuera bien recibido por el régimen, resultando en su arresto el 20 de marzo de 1971, y posteriormente en su sonado “acto” de redención pública ante sus “amigos y compañeros escritores”.
Dichas filmaciones se habrían mantenido “archivadas” durante décadas en paradero desconocido, para hoy finalmente ver la luz pública a manos de un realizador consanguíneo con altos funcionarios del ICAIC y del Festival de Cine de la Habana.
La “desclasificación” de las filmaciones originales de “el caso Padilla” en este “nuevo” documental ha desatado un encarnizado debate en las redes sociales, unido a un creciente reclamo por la publicación de la totalidad del material fílmico que se encuentra bajo la custodia del realizador, quién se ha comprometido a publicarlas tan pronto concluyan los compromisos comerciales de su documental.
Por otro lado, la noticia de la presentación de la cinta en el Festival de Cine de Miami ha capturado la atención de numerosos medios de prensa, historiadores y entusiastas de la bochornosa historia de la revolución castrista y sus métodos stalinistas de persuasión ideológica.
Comentarios y reseñas en redes sociales se regodean en el valor documental de la cinta, y en el morbo de finalmente accesar a la evidencia “escondida” de un evento que marcó un antes y un después en la cultura Cubana postcastrista. Pero la súbita aparición de dichas filmaciones, y su “representación” camuflada bajo una envoltura artística, también son un arma de doble filo.
La desclasificación de documentos de tal importancia política y cultural no se debe pasar por alto. Tampoco el impacto que pudiera producir en el contexto político actual donde todos los eventos relacionado a Cuba parecen ser orquestados por el régimen.
¿A quién beneficia una legitimación artística de la cobardía? ¿Para qué rescatar este espectáculo “cinemateatral” de “autoinculpación” pública? ¿Fué Heberto Padilla en realidad un cobarde? Somos los cubanos cobardes?
La reinterpretación artística de estas filmaciones (El documental) pierde relevancia ante el impacto político que el desempolvamiento de “el caso Padilla” de hace 51 años podría ejercer hoy sobre los Cubanos, en la medida en que constituye una oda al individuo insignificante y quebrantado por el peso de la tiranía fascista que lo aterroriza, capaz de “autoimculparse” y escenificar un grotesco acto público de identificación con su gran líder. Algo parecido ya habiamos observado en la “teatral” y “mediática” huída de Cuba del protagonista progre del movimiento 15N, Yunior García, nuestro héroe cobarde actual.
Después de tanto tiempo y tanta tempestad, la reaparición pública de las filmaciones de “el caso Padilla” bien podría simbolizar el colofón de un “1984 Cubano”, en el cual la figura de un “renovado” hombre nuevo, emerge desde el hombre incinerado por la tortura y el terror, abandonado heroicamente al amor por su “gran líder”, pero no derramando lagrimas de felicidad, sino derrochando una convincente interpretación escénica, en la que se identifica con el en un acto de suprema cobardía, únicamente comparable a una expresión de “Yo soy Fidel” en los labios del grotesco alabardero del régimen Yosuam Palacios.
Be the first to comment